Postal #3 Cuatro días en Valencia: una aventura sabrosa y cultural

Hola, queridos aventureros:

Regreso de Valencia sintiéndome toda cálida y feliz por dentro, con la barriga llena, y con muchas buenas razones por las que esta ciudad debería estar en sus planes de viaje. Seré honesta: fui con grandes expectativas (porque, vamos, ¿quién no ha escuchado cosas increíbles sobre la paella valenciana?), pero la ciudad me sorprendió de maneras que nunca imaginé.

¿Listos para un viaje de cuatro días que mezcla tradición, sabores únicos y esos momentos que te hacen suspirar de felicidad? Vengan conmigo.

Día 1: Despertando los sentidos en el Mercado Central y paella

Nuestra primera parada fue el Mercado Central, y déjenme decirles, es como entrar a un templo de sabores. Este lugar no es solo un mercado cualquiera – es toda una aventura sensorial. El edificio modernista llama la atención; no puedes evitar mirar hacia arriba a esos hermosos arcos.

Pero en serio, ¿cuál es la gran cosa? Todo se trata de la comida. Caminé entre los puestos, probé pinchos, empanadas, y sí, paella. ¿Cómo logran que algo tan simple funcione tan perfectamente?

Mis descubrimientos del día: Me topé con esta empanada de atún increíble en un puesto pequeño y escondido. La vendedora me miró con esa sonrisa cómplice de "espera a probar esto," y tenía razón. Crujiente por fuera, jugosa por dentro, con ese toque mediterráneo que solo ellos saben hacer aquí.

Y esa famosa Agua de Valencia – una bebida traicionera que parece jugo de naranja pero tiene más alcohol del que pensarías. Después de probarla, entiendo totalmente por qué los valencianos la adoran. Es refrescante, tiene esa vibra cítrica, y te pone de buen humor al instante.

En la noche, probamos LA paella. Estaba cazando la verdadera, la paella más auténtica. Después de preguntarle a un local (quien me dio tres recomendaciones diferentes), terminé en La Pepica, un restaurante con más de 125 años de experiencia en paella cerca de la playa.

Pasamos el resto del día paseando por el Barrio del Carmen, viendo murales callejeros que parecían contar las historias de la ciudad. Luego nos instalamos en la Playa de la Malvarrosa. Honestamente, no esperaba mucho (mis prejuicios sobre las playas de ciudad), pero Valencia me sorprendió otra vez. La playa se extendía amplia y limpia, con esa energía relajada que necesitábamos desesperadamente.

Día 2: Secretos locales y horchata

Después del desayuno en el hotel, dejamos que la curiosidad nos guiara por las calles más tranquilas de Valencia. ¿Conocen esos momentos cuando no siguen un mapa, solo siguen lo que se siente correcto? Así fue como nos encontramos en plazas pequeñas donde los locales realmente se sientan, no solo turistas tomándose fotos.

El verdadero descubrimiento fue la Horchatería Santa Catalina. La horchata, para los no iniciados, es la bebida emblemática de Valencia – dulce, cremosa, hecha de chufas. Me gustó más de lo que esperaba, aunque los fartons (esos pastelitos alargados que se supone debes mojar) no nos conquistaron. A veces las combinaciones tradicionales simplemente no funcionan, y está bien.

Para la cena, terminamos en La Casa Viní, un bar pequeño que se sentía más de barrio que turístico. Plot twist: la dueña era holandesa. Después de meses tratando de dominar su idioma, aquí estaba yo en España, hablando holandés con alguien que había hecho de Valencia su hogar. El personal nos trató como clientes habituales desde la primera copa de vino.

Día 3: Cuando la arquitectura desafía la gravedad

Valencia aún tenía sorpresas esperando. Comencé el día en el Oceanogràfic – la manera perfecta de empezar. Caminar por ese túnel de tiburones fue impresionante. Los delfines me tenían sonriendo como una niña, y por media hora, olvidé que era una mujer adulta con responsabilidades.

Después de eso, me dirigí a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Se sintió como entrar al sueño febril de alguien sobre el futuro. Santiago Calatrava creó algo que es parte nave espacial, parte esqueleto de dinosaurio, parte escultura. Seguíamos parando para tomar fotos, no para Instagram, sino porque nuestros cerebros necesitaban prueba de que esto era real.

Lo que Valencia me enseñó

Valencia no es solo paella y naranjas (aunque ambas merecen su reputación). Es una ciudad que descubrió cómo honrar su pasado mientras abraza su futuro – sin perder nunca su alma en el proceso.

Puedes almorzar en un mercado centenario y pasar la tarde contemplando edificios que parecen haber aterrizado del año 2050. Ese es el superpoder de Valencia: viaje en el tiempo sin costuras.

Pero sobre todo, Valencia es generosa. Generosa con el sabor, la belleza, la calidez. Es una ciudad que te hace sentir como si pertenecieras antes de que hayas siquiera desempacado tu maleta.

Entonces díganme – ¿ya está Valencia en su lista? ¿Qué ciudad los ha sorprendido así? El tipo de lugar que cambia cómo piensan sobre viajar, sobre expectativas, sobre dejar que los lugares les muestren quiénes realmente son?

Hasta la próxima aventura,

Kiria

P.D. Si van: empaquen zapatos cómodos, dejen espacio en su maleta para tesoros del mercado, y lleguen con hambre. Valencia recompensa a los curiosos y alimenta el alma.

Viajar abre la mente a las sorpresas ✈️

Kiria Martinez

Estratega digital

Creadora de contenido & educadora

Explorando los Países Bajos

http://www.kiriamartinez.com
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